por Dr Satish Gupta
Cuál es la relación entre la espiritualidad y la salud?
El espíritu, o alma, es el ser sensible, un punto de energía que da vida al cuerpo. Es la sede de la conciencia, la entidad viviente que piensa, siente, habla y realiza diversas funciones a través del medio físico del cuerpo.
Los pensamientos, sentimientos, actitudes y tendencias del alma determinan la naturaleza de sus acciones. El alma contiene siete energías: la verdad o conocimiento, pureza, paz, amor, felicidad, dicha y poder. En su estado natural funciona sobre la base de estas cualidades, como podemos ver en los bebés, cuya mente aún no está influida por ideas que limiten o contradigan sus virtudes innatas. A medida que el bebé crece, recibe una variedad de información de quienes le rodean. Comienza a identificar diferentes objetos y personas y a diferenciarlos. Mientras que antes veía a todos de la misma manera, ahora reacciona de manera diferente ante distintas personas porque le han dicho: “Esta es tu madre…ese es tu padre…”, “Esa otra persona no es tu madre…”. A medida que crece, recibe más información de otras personas , de sus hermanos, amigos, maestros, que le hablan de los distintos “deberes y no deberes” de la vida. Hasta que alcanza la edad de unos once años, el niño recibe pasivamente esa información, que moldea su perspectiva. Luego, el cuerpo comienza a liberar hormonas que provocan cambios que hacen que el niño tome conciencia de su identidad física individual. Poco a poco, comienza a ver y relacionarse con el mundo desde su propia perspectiva. La calidad de los pensamientos del niño tiene un efecto gradual en su salud.
Cada parte del cuerpo se nutre de las siete energías que irradian del alma. Llegan a los órganos a través de la mente: los pensamientos, emociones, actitudes y recuerdos. Los pensamientos generan impulsos eléctricos que son transmitidos por el sistema nervioso a los órganos pertinentes, desencadenando la liberación de hormonas y otros procesos bioquímicos que mantienen el funcionamiento del cuerpo. Los órganos necesitan una energía en particular, la que puede ser diferente para cada órgano, para funcionar óptimamente. El cerebro necesita conocimiento o verdad. Si reconocemos la verdad de que somos almas, hijos de Dios, el Alma Suprema, y por lo tanto pertenecemos a una familia espiritual, entonces nuestra actitud y comportamiento hacia los demás será consistente con esta comprensión. Las siete energías del alma fluyen naturalmente. Podemos elevarnos por encima de las diferencias de raza, religión, nacionalidad, etcétera, lo que nos permite tener una mayor amplitud y alcance de visión. La calidad de nuestros pensamientos es superior, lo que nos permite tratar mejor con las personas y las situaciones. Pero si carecemos de esta visión amplia y nos desagradan algunas personas, ¿qué sucede cuando estamos con ellas? Tendremos poco o ningún amor, paz, felicidad o dicha. Estas energías se bloquean y cada parte del cuerpo se ve privada de ellas. Cuando esto sucede repetidamente durante varios años, la enfermedad se desarrolla gradualmente. La energía de la pureza nutre nuestros ojos, nariz, boca, oídos, piel y sistema inmunológico. La paz sustenta nuestros pulmones, por eso cuando estamos en paz nuestra respiración es profunda y lenta. En un estado mental normal, una persona respira unas 12 veces por minuto. La ira, la preocupación, el miedo o cualquier tipo de agitación hacen que nuestra respiración se vuelva superficial y rápida, más de 20 veces por minuto. Las prácticas que nos ayudan a entrar en espacios de calma como la meditación pueden reducir esta cifra a cinco veces por minuto. Se dice que nacemos con un número fijo de respiraciones, cuanto más rápida sea nuestra respiración, antes completaremos nuestra cuota. Por el contrario, cuanto más lento respiremos, más tiempo viviremos.
El amor, el que es desinteresado altruísta y espiritual, nutre el corazón. Las investigaciones han demostrado que las personas que sienten que nadie las ama, que todos son egoístas, que no se puede confiar en nadie, tienen los vasos sanguíneos del corazón constreñidos. La felicidad mantiene sanos nuestro estómago, hígado e intestinos. Se dice que la felicidad es el mejor alimento. Por eso, cuando estamos felices, incluso un poco de comida sacia nuestro apetito. Pero si estamos tristes, preocupados o estresados al comer, la comida no se digiere adecuadamente. La felicidad nutre las glándulas hormonales, incluidas la pituitaria, el páncreas y las glándulas suprarrenales. Las hormonas ayudan a que los órganos del cuerpo funcionen en armonía.
El poder mantiene sanos nuestros huesos, músculos y articulaciones. El poder aquí se refiere al poder del alma, que incluye la capacidad de tolerar, discernir, juzgar, tomar decisiones y enfrentar situaciones.
Cuanto mayor sea nuestra reserva de estos poderes, más sanos serán nuestros huesos, músculos y articulaciones. La falta de algunos o todos estos poderes da como resultado articulaciones doloridas. Podemos tomar suplementos de calcio y curar las articulaciones durante algún tiempo, pero si el alma carece de poder, el dolor regresará. Así es como las energías del alma sostienen el cuerpo. Por lo tanto, la salud comienza con estar espiritualmente sano. Si el alma es virtuosa y fuerte, la mente y el cuerpo estarán sanos.
Dr. Satish Kumar Gupta, es Director de Medicina y Cardiología, en el Centro de Traumatología del RMM Global Hospital de Abu Road, Rajasthan, India.
THE DAILY GUARDIAN 10 DE AGOSTO 2024 Nueva Delhi