No te apegues a nada y observa. Al principio tal vez cueste, porque nos hemos vuelto adictos al barullo de preocuparnos por el mundo, juzgar a los que están en él y criticar lo que «hacen». Debemos recordar que son unos hábitos que nos roban la paz, fomentan la ira y nos hacen perder el tiempo y la energía mental porque no sirven para cambiar nada.
Esta forma desapegada de contemplar el mundo exterior es una preparación para aprender a observar nuestra conciencia. Es lo que nos permite descubrir que también vivimos en otro mundo hecho de pensamientos, emociones, recuerdos y deseos.
La meditación nos hace ser conscientes del contenido de nuestro subconsciente y, al hacerlo, lo limpia y ordena. A veces, la basura de los pensamientos y sentimientos negativos que hay en él sobrevendrá sobre nosotros como una avalancha y nos afectará emocionalmente durante un rato. Pero si nos limitamos a seguir observándola, esta sensación desaparecerá. En otras ocasiones se deslizará silenciosamente como un tímido ratoncito que se esconde detrás de las cortinas.
Del mismo modo que limpiar y ordenar los viejos armarios de casa, en los que no sabemos qué vamos a encontrar, requiere tiempo y una cierta práctica, con los armarios interiores de nuestro subconsciente también ocurre lo mismo. Tengamos paciencia. Tengamos mucha paciencia. Recordad que no hay ninguna basura en nuestro interior que sea más poderosa que nosotros. En cuanto la observamos con nuestro ojo interior, sin miedo, sin rechazarla, contemplándola simplemente, desaparece.
Emergerá en nuestra conciencia una sensación de tranquilidad que significa que la mente está en calma y al entrar en este estado también nos sentimos renovados. En algunas ocasiones esta sensación de tranquilidad llegará como una oleada, en otras, nos pedirá que vayamos a sentarnos en silencio mientras los que nos rodean están charlando animadamente. O, incluso abrirá nuestra mente como si fuera un océano partiéndose en dos y veremos y sentiremos lo poderoso y profundo que es.
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