Decimos que a fin de que se dé la transformación del mundo, primero necesitamos transformar nuestro ser. Necesitamos ser el cambio que queremos ver en el mundo. Sin embargo, muchas personas no pueden transformar su ser debido al trabajo sutil que se requiere para esto. Una de las causas de que la transformación en profundidad sea difícil es que nos hemos apegado a una vieja manera de ser y nuestra identidad se ha vuelto dependiente de la misma.
La transformación del ser significa liberarse uno mismo de su vieja identidad, una identidad que arrastra capas y capas de diversas formas de apegos. Necesitamos detectar las características adquiridas que hemos acumulado a lo largo del tiempo – características que nos han alejado de nuestro ser verdadero y nos han metido en una caja.
Al hacer esto, estamos participando activamente en nuestra propia exploración personal y en el descubrimiento de “quién soy yo”. Necesitamos revisarnos antes de que podamos cambiarnos. Necesitamos saber quiénes somos antes de poder saber qué papel interpretar en el mundo. El principio sutil de este proceso es: Hasta el punto en que yo me prepare interiormente, hasta el mismo punto seré capaz de ser parte de la transformación en el exterior.
Ni un solo día debería pasar en el que no nos hayamos preguntado: “¿Cuál es mi propósito para hoy? ¿Cuál es el propósito de mi vida hoy?” Y al final del día deberíamos preguntarnos: “¿Qué beneficio o aprendizaje obtuve del día de hoy? ¿Cómo se beneficiaron los demás de mí?”
Este propósito nos da la capacidad de hacer todo lo demás. Para fortalecer nuestro propósito, es esencial crear tiempo para sentarse en silencio y conectar con Dios cada mañana temprano, antes de empezar el día.
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