Empecé a sentir como si Dios me hubiera tomado de la mano, y como si fuera Él quien me hiciera avanzar. Aún lo siento así, siento Su compañía constantemente, y Sus bendiciones siempre están sobre mi cabeza.
Mi experiencia es que no se puede ver a Dios con los ojos físicos, ni se puede entender a Dios con un intelecto limitado y burdo. En lugar de ello, Dios necesita ser reconocido, que es algo mucho más revelador que un mero entendimiento filosófico.
El “reconocimiento” no pertenece al ámbito del cerebro sino al del corazón. Cuando el corazón ve a Dios, cuando el corazón conoce a Dios, puede haber reconocimiento. Así, el reconocimiento es el resultado de los sentimientos, experiencias y comprensión del corazón.
Dejamos nuestro hogar original (el mundo de las almas), venimos al teatro de la vida, y acabamos por olvidarnos del argumento. Dios nunca entra en la obra y, por tanto, no se olvida de la trama. Solo Él, pues, puede hacernos entender la obra entera. Solo Dios posee tal conocimiento, y solo Él puede darlo. Por ello es el Alma Suprema.
Él está más allá, es diferente, es único. Es el Padre y es el que nos da nueva vida. Dios es maravilloso. Aunque no participa en la obra, la conoce por completo. No tiene que experimentarla para conocerla. No tiene ojos, pero ve nuestras experiencias. Y nos da el reconocimiento de forma que podamos “ver” y conocerle.
Así como un generador situado en un lugar transmite continuamente una corriente eléctrica, así el Padre Omnipotente sigue enviándonos poder espiritual. Y nosotros lo recibimos, si estamos conectados apropiadamente y hemos cuidado que no se haya fundido ningún fusible.
Extracto del libro:
Compañera de Dios.
Palabras y sabiduría de una de las
grandes líderes espirituales del mundo
Ed. Brahma Kumaris
Dadi Janki
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