El poder de retraerse tiene que ver con la perspectiva. Nos da claridad y templanza, así como la capacidad para modificar una situación. Retraerse es desapegarse, dar un paso al lado, cualquiera que sea la situación actual (sentimientos, emociones, confusión, interacción), mis reacciones potenciales o la insistencia de situaciones externas para atraparme en sus redes.
Este poder es fundamental para el liderazgo, pues avanzar hacia terrenos inexplorados requiere tomar distancia de los antiguos modelos de pensar, de ser y de reaccionar.
Para retraerse es imprescindible comprender que soy un actor que interpreta un papel, un jugador en un partido. Si comienzo a creer que yo soy el partido, y me dejo atrapar en la identidad del papel, perderé el poder de crear, contribuir y ser libre para trazar nuevos caminos. Apenas nos fundimos en un rol, quedamos atrapados en todo lo que está asociado a esa identidad. Tener conciencia de ser un actor nos liberará de la insistencia de la tradición y el conservadurismo.
El poder de retraerme, también, me asegura el acceso a otros poderes cruciales para el liderazgo actual. Cuando no hay un mapa del futuro y de verdad estamos escribiendo los fundamentos del modo en que vivimos y trabajamos se requieren giros radicales, no un cambio gradual. En el pensamiento y la manifestación creativa, estos giros surgen de una mente libre y un mundo interior quieto, que se convierten en los receptáculos del genio. Esta es la alquimia.
El camino para este poder instrumental es la meditación y tan solo aprender a dejar mi mente quieta. Hablar menos, pensar menos. Desarrollar una disciplina dentro del ser.
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