El comienzo y el final de nuestro camino es el estado del “yo soy”, sin preguntas, dudas, confusión ni dualidad; sin extrañeza, solo “ser”, respeto por uno mismo, seguridad, ninguna necesidad de probarle algo a alguien, ciento por ciento pura “energía del yo”, sin mezclar con alguien o algo más. Sin sombras, sin grises, sin incertidumbres, en completa claridad y equilibrio. Verdad indestructible, eterna.
Platón dijo que quien sea capaz de encontrar el camino al filo del ahora, atisbará la eternidad.
Dado que mi cuerpo no durará más de cien años, entonces la eternidad debe ser algo inmaterial, que no se vislumbra con los ojos físicos. Aquí es donde entra el término “tercer ojo” o visión divina.
Mientas más nos conectamos con las sutilezas del alma o del ser, más comenzamos a prestarle atención y ver el delicado mundo del pensamiento y la energía. Una vez que lo logramos, nos restan unos pocos pensamientos para experimentar aquello que anhelamos: experiencias como el amor, la paz, la dicha, el poder, la verdad, la satisfacción, el gozo.
Extracto del libro:
LAS CUATRO CARAS DE LA MUJER
Ed. Vergara
Caroline Ward
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