Paz es lo que eres por naturaleza, amor es lo que se irradia de ti naturalmente y felicidad, bajo la forma de dicha, es lo que sientes cuando no hay apegos que bloqueen o distorsionen tu naturaleza radiante.
Son los constituyentes o estados esenciales de ti y nunca te los podrán quitar. Tú decides y eliges qué estado crear, en qué estado estar, pero saboteas esa elección al apegarte y, por lo tanto, distorsionar tu energía (tú) en emociones como miedo, enojo y tristeza, y sus múltiples formas y facetas.
De la paz, el amor y la felicidad, a veces se dice que son tu herencia. Pero, en verdad, no los heredas porque no puedes heredar algo que ya está ahí. Si simplemente recuerdas quién y qué eres, y dejas de identificarte con algo que no eres, serás naturalmente capaz de crear y sentir estos estados una y otra vez. Volverás a ser libre de elegir plenamente tus sensaciones.
Nota que, cuando estás en paz, no estás agitado, así que no hay emoción. Cuando estás en paz, en tu paz, sientes paz.
Nota que cuando eres amor, cuando das de tu yo sin pretender nada a cambio, no hay agitación, no hay emoción, solamente el movimiento sin esfuerzo que va de la intención a la acción de dar, libre de expectativas (apego). Y cuando das con amor, (te) sientes amor(oso).
Y cuando estás genuinamente feliz, estás contento y sonríes con una serena dicha. Tu energía de vida, que eres tú, fluye hacia el mundo que te rodea sin estimulación ni agitación; no hay emoción. Y, mientras irradias tu propia versión personal de la satisfacción y la dicha, nota qué sientes. Te sientes satisfecho y dichoso. Sin agitación. Sin emoción.
Pero pasó tanto tiempo desde que estuvimos sin emociones, hace tanto tiempo que nos hemos vuelto adictos a nuestra agitación, que resulta difícil imaginar -y mucho más sentir- que la vida sin emociones es más natural y verdadera que la vida como montaña rusa emocional.
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