El alma anhela profundamente ser libre y poderosa. Volar. Queremos recuperar el poder de controlar y gobernar nuestras vidas. Controlar nuestro mundo interior, no a los demás. Ésta es la clave de nuestro verdadero auto-respeto.
Y, sin embargo, nos asaltan las debilidades. La mente se distrae y divaga, las atracciones tiran de nosotros, las influencias externas nos afectan y descentran y así, las debilidades que alberga nuestro ser nos distancian de la experiencia de la fortaleza, el poder y la estabilidad.
Las debilidades surgen debido a los deseos y los apegos a relaciones u objetos. Ambos son la raíz de la intranquilidad y el pesar. Hasta que no nos damos cuenta de ello, la mente sigue corriendo en las múltiples direcciones que le dictan sus deseos y apegos.
La ilusión que ha hipnotizado la conciencia se basa en la creencia de que la satisfacción de esos deseos y la preservación de esos apegos me llenarán y harán feliz.
La realidad es que nuestro ser se vuelve dependiente y sumiso, incapaz de fortalecer el poder de voluntad. La voluntad danza como un títere al son de los deseos de la mente.
Tendremos un pensamiento poderoso, un pensamiento noble, un pensamiento elevado y sentiremos desde el corazón que queremos llevarlo a cabo. Sin embargo, a continuación, nuestro hábito de satisfacer los deseos caprichosos de la mente, hará que ese pensamiento elevado quede sumergido y debilitado. Pronto incluso lo olvidaremos.
Por tanto, necesitamos disciplinar la mente. Poner todos los deseos y apegos en cuarentena. Esto requiere coraje. Para ello contamos con la ayuda incógnita de la fuente suprema. Tenemos que abrirnos a la dimensión del silencio y conectar con la fuente de luz y poder espiritual. Nutrir la mente con pensamientos puros y poderosos, de forma regular y sistemática. Ésta es la medicina que gradualmente irá curando estas enfermedades, devolviéndonos nuestra auto-soberanía espiritual.
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