¿Qué virtud o cualidad me gustaría desarrollar? Tomo, por ejemplo, la virtud de la tolerancia; cuanto más fortalecido esté, menos probabilidades tendré de recurrir al enojo.
Primero, pienso en la cualidad y luego entro en la experiencia. Hay varias maneras de hacer esto. Si uno es tolerante por naturaleza, entonces, es una virtud que se encuentra bastante accesible y puedo entrar en ella directamente.
Si esta virtud es menos familiar para mí, podré hallarla tratando de visualizar a alguien conocido que posee la cualidad de la tolerancia y, luego, entrando en el sentimiento de tolerancia a través del carácter de esa persona. Esto hará que mi tolerancia latente salga a la superficie, y muy pronto comenzaré a experimentar mi propio estado de tolerancia. Una vez que haya pasado por esta experiencia, entonces tengo que considerar mi valor.
Nuevamente, hay varias maneras de hacerlo. Puedo imaginar una situación donde la tolerancia es necesaria y visualizarme empleando esta cualidad de manera eficaz. Alternativamente, debo recordar una situación donde me enojé. Traigo esta situación a la mente e imagino que empleo la tolerancia, visualizando un mejor resultado. Con ello, no trato de cambiar lo sucedido, sino que estoy convirtiendo una experiencia negativa en una de aprendizaje.
Así, por medio de la meditación, practico y experimento las virtudes a la vez que aprendo cómo emplearlas. Al estar familiarizado con las cualidades que necesito para las distintas situaciones, estas se vuelven de más fácil acceso cuando se ven amenazadas. Cuando hago la elección de permanecer virtuoso durante el día, logro descubrir, también, que tengo mucho más autocontrol.
Así, primero tengo que considerar y luego escribir mis virtudes y cualidades más fuertes. Las que más me resulten familiares son las más fuertes en mí: comenzaré con estas, una cada vez. De las otras, escribo tres o cuatro para trabajar con ellas más adelante.
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