Aunque la codicia sea un motor habitual de la conducta, la riqueza y el poder raramente hacen feliz a nadie. Sea lo que sea lo que persigamos, una vez que lo hemos conseguido deja pronto de interesarnos y pasamos a codiciar algo nuevo. La rueda de los deseos solo lleva a más deseos.
En realidad, el secreto para lograr la plena satisfacción reside en servir a los demás. Es decir, de la nobleza espiritual, que nace de un estado interior de dignidad y de una actitud de servicio a la humanidad.
Pero, antes de hacerme cargo de los demás, he de aprender a regir mi corazón y mi mente por el amor y la compasión; a no centrarme en las debilidades de la gente ni exigir nada de nadie, sino estar siempre dispuesto a ayudar y alentar.
Una guía de esta índole no persigue el poder ni una posición social, no espera obediencia de nadie, y no obstante los demás lo siguen de forma natural.
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