La tensión y el temor y, en consecuencia, la adrenalina, tal vez aparecen para que las cosas se hagan rápida y eficientemente a corto plazo, pero a largo plazo, todo esto conduce al agotamiento. La reacción de dar batalla o huir ante diferentes situaciones y personas está construida en nuestra psique, no es una respuesta natural no es intrínseco, se aprende.
Se puede presentar batalla o huir, pero también se pueden elegir muchas otras opciones: quedarse parado, sonreír, acostarse, cantar, bailar. La razón por la que, a veces, no podemos ver las otras alternativas cuando nos encontramos en una situación de desafío, es porque el hábito más profundo que hemos aprendido es el de crear temor y luego reaccionar a partir del mismo, y es ese miedo el que cierra nuestra capacidad de elaborar opciones, sin mencionar que paraliza nuestra capacidad de evaluar las fortalezas y debilidades de cada opción y hacer la elección correcta.
Nos han enseñado a creer que tener miedo es normal y natural, que es el estrechamiento del enfoque para concentrarnos en la amenaza. Pero la verdad es que el miedo paraliza nuestra capacidad de crear lo que pueden ser nuestras respuestas más adecuadas y eficaces.
El miedo es un hábito aprendido y, comúnmente, no tardamos mucho en generar ese temor al percibir el menor indicio de amenaza. El miedo no tiene ningún valor para nuestro bienestar. Ni siquiera es necesario para responder con eficacia ante lo inesperado; lo que se necesita es un enfoque frío, calmo y concentrado. No asusta lo que sucede, sino lo que hacemos con ello en nuestra mente.
Todo cuanto ocurre son oportunidades para afirmar nuestra calma y creatividad de elegir la respuesta adecuada y nuestro poder de ponerla en práctica.
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