Todo lo que hay en el corazón que no es limpio ni verdadero, finalmente generará un muro en nuestro interior, obstruyendo el fluir natural del amor. Las personas que dicen que no hay amor en sus vidas en realidad están bloqueadas debido a este muro.
Realmente sí hay amor, pero simplemente no pueden aceptarlo. El ego es el ejemplo más claro de esto. El ego limita el fluir del amor al poner condiciones al amor que se da y se recibe. El ego usa el amor para satisfacer sus propias necesidades y deseos. Genera un amor que es engañoso, que sólo trae satisfacción temporal. El ego no nos permite experimentar el amor verdadero ni compartirlo. De hecho, el ego es capaz de destruir nuestra habilidad natural de sentir el amor.
A la vez, el amor engañoso es aquél que surge cuando no hay honestidad en el corazón. Crea dependencia y se parece más a un contrato que a una relación. Este tipo de amor se ha convertido como en una droga.
El amor debería ser tal que permita que la honestidad y la verdad crezcan. Es la honestidad lo que nos muestra qué es el amor, y el verdadero amor nos muestra lo que es la honestidad. Funciona en las dos direcciones.
La forma de liberarnos de la dependencia del falso amor es experimentar a través del silencio y la meditación la conexión con la verdadera fuente de amor. Experimentar la dulzura y plenitud del amor verdadero. Así reemplazamos el veneno con el néctar y cada vez será más fácil reconocer la futilidad y el nulo valor del amor falso.
No deberíamos simplemente aceptar cualquier amor que se presente en el camino, de aquí, de allí, de cualquier lugar. Si alguien quiere darte amor, primero observa qué clase de amor está ofreciendo.
El amor verdadero está libre de deseos egoístas y de expectativas. Para experimentarlo tenemos que conseguir que nuestro corazón esté limpio y lleno de honestidad.
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