La palabra entusiasmo viene del griego enthousiasmós, que literalmente significa ser imbuido por el poder de Dios (Theós).
Con la percepción de que no faltará la ayuda del poder divino, los grandes obstáculos se convierten en simples contratiempos fáciles de superar.
El entusiasmo es lo que mantiene encendida la llama de la esperanza. Aunque la meta sea elevada, la fe en la victoria final es lo que da ánimos para continuar. Revitaliza la vida con toques de convicción, ligeramente suavizada. Constituye la certidumbre de que la meta, así, no está tan lejana. La persona tiene derecho a ser lo que siempre ha sido: una chispa de energía divina.
La valentía y el entusiasmo van cogidos de la mano: uno alimenta al otro y hace que el trayecto sea más cómodo.
Comentarios. 0