La necesidad de estar libre de cualquier problema es completamente natural y constituye uno de los derechos humanos más básicos. Existe una necesidad fundamental de romper con la tristeza.
Con frecuencia, lo único que consigo es agotarme en una lucha contra causas externas imaginarias, sin reconocer que la verdadera simiente del sufrimiento está dentro de mí. En vez de usar las herramientas de la razón y la madurez, dejo que afloren mis sentimientos limitados y los empleo como un martillo para acabar con la confusión. Pero, por lo general, lo único que se quiebra es el ser.
Muchas de las situaciones que provocan sufrimiento emocional son relativamente triviales. El sufrimiento se compra por un precio muy barato, y a veces por nada.
Pero, no existe nada que valga la pena como para hacerme abandonar mi estado esencial de paz. Si alguien hace algo contrario a mi gusto o manera de hacer las cosas, ¿por qué debo irritarme? Incluso si algo sale mal, si siento ira, la situación será aún más difícil de corregirse. El triste resultado es que tanto la situación como el ser se quedan fuera de control.
Lo irónico es que, a pesar de que el efecto es negativo, está motivado por el deseo de alcanzar un estado de paz en el que ya no se sienta dolor. Ocurre que lo que esta situación necesita se presenta de un modo erróneo y confuso; incluso en una situación de conflicto, el individuo sigue, de alguna forma, buscando su cualidad original de paz. Hay una gran cantidad de incongruencias en la confusión y la rabia.
Sin embargo, a pesar de todo esto, la meta fue siempre la misma, aunque a veces aparezca de forma errada. Lo único que quiero es paz, amor y felicidad. Lo anhelo en todo y para todos los que forman mi mundo externo y, de muevo, la paradoja: Paz, amor y felicidad son mis características intrínsecas y siempre lo han sido. ¡Estoy buscando algo que ya tengo!
Extracto del libro:
La última frontera.
Un viaje por la conciencia humana.
Ed. Brahma Kumaris
Ken O’Donnell
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