Se necesita mucho coraje para ser honesto. Una de las cualidades más nobles de una persona es la capacidad de decir: “Lo siento. Estaba equivocado y tú tenías razón”.
De hecho, lo que importa no es tener razón, esgrimir argumentos contundentes o lograr que acepten mis ideas.
Lo que realmente importa es ser capaz de reconocer mis errores, hacerme responsable de ellos, aprender la lección y seguir adelante con mayor grado de madurez, de forma liviana.
Una de las mejores maneras de mantenerse liviano, aun en medio del caos y el exceso de responsabilidades, es estar en comunicación con Dios.
Al conversar con Dios, cuyas responsabilidades son ilimitadas y compartir con Él/Ella las trivialidades que os agotan, adquirimos una visión más amena de la vida.
Se requiere cierta calma mental para oír sus consejos, pero con un poco de práctica aprendemos a ver nuestras pequeñas preocupaciones desde su perspectiva.
Dado que su espíritu irradia luz y amor, el solo hecho de abrirle a nuestra alma nos alivia de nuestras cargas.
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