Si cuando enfrentas un conflicto tiendes a retroceder, la energía se anula y se cierra. El miedo que produce la ira ajena –y, sin duda, también la propia- debilita la energía.
Al sentirte disminuir ante un posible conflicto, acoge la situación. Siente cómo te abres a la posibilidad de fundirte con ella y desaparecerá el temor a la ira o a las emociones ajenas o propias fuera de control.
Al entender las circunstancias y personas externas como algo más fuerte que tú, quedas en un estado de inseguridad, viviendo a partir de un modelo de dominación, que implica que siempre está la opción de que, algún día, alguien o algo se levante y sea más poderoso que tú. La pasividad te convierte en una esponja que absorbe las vibraciones de alrededor y esas vibraciones te bloquean.
Sin embargo, al administrar tu propia energía, al vivir en el estado de la propia verdad, el propio poder, sin comparar ni medir ese poder en relación con otras personas o situaciones (y que, siempre que sea posible, provenga desde una posición de amor), entonces será más fácil sentir confianza y seguridad a la vez que generar paz extendiendo esa vibración en derredor.
Al abrazar el miedo, es posible usarlo como un maestro para anular y transformar hábitos y esquemas obsoletos, generando vibraciones positivas y dándolas a quienes te rodean.
Extracto del libro:
Las cuatro caras de la mujer.
Restaurando tu auténtico poder. Recobrando tu belleza eterna.
Ed. Vergarra
Caroline Ward
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