Aunque el poder de una correcta toma de decisiones surge del discernimiento, la determinación de ponerlo en práctica surge de la valentía. Sin el valor nos convertimos en víctimas del miedo, de las excusas y de las dudas. La valentía genera el entusiasmo necesario para perseverar y la capacidad de ver las cosas de manera positiva; cuando hacemos eso, los problemas no se convierten nunca en obstáculos.
Así, la valentía es la capacidad de perseguir objetivos, sin importar cuáles sean. El padre del valor es la fe; la fe en nuestros objetivos y una comprensión profunda de por qué hemos elegido una determinada forma de actuar. La determinación, la paciencia, el entusiasmo y la buena compañía alimentan el valor.
Cuando ya se ha fijado el objetivo, el hecho de alcanzarlo se convierte en una cuestión de respeto por uno mismo. no podemos limitarnos a rendirnos o sucumbir a la negatividad, sin importar de dónde o de quién provenga.
La paciencia hace que el ser esté en paz y le permite colaborar, adaptarse a los acontecimientos inesperados y superar las barreras sin violencia. Si no fuera así, correríamos el riesgo de centrarnos demasiado en intentar lograr un objetivo con excesiva intensidad.
El entusiasmo es una energía que aumenta la percepción hasta tal punto que cualquier cosa es posible. Así es como ocurren los milagros.
La buena compañía también alimenta el valor. A todos nos gusta estar con gente que comparte y trabaja por los mismos ideales, se comprometen con unos mismos objetivos y sueños y se apoyan mutuamente contra viento y marea. Tal amistad confiere poder al otro y le recuerda su tarea, sus capacidades y su destino.
Varios caminos espirituales afirman que Dios, como guía y amigo, es el verdadero apoyo y compañía del alma humana. El amor divino que viene del Amigo Benevolente suministra la luz permanente con la que brillan el valor y la determinación. Este compañerismo con Dios y los amigos humanos de ideas afines ayuda sin duda a superar dragones como el miedo, la duda, la preocupación, el remordimiento, la culpa y el ego.
El alma debe convertirse en un guerrero espiritual que haga desaparecer los obstáculos con la espada de la sabiduría: «Como guerrero, pongo al descubierto a todos mis enemigos, que no son más que espejismos».
Extracto del libro:
La búsqueda del bienestar.
Utiliza tus ocho poderes
Ed. Brahma Kumaris
Anthony Strano
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