De alguna manera, cada uno de nosotros tiene un concepto personal de lo que es correcto y lo que no; qué comportamientos y actitudes son aceptables y cuáles no se pueden tolerar. Estas creencias se han desarrollado a lo largo de mucho tiempo en nuestras vidas, alimentadas por la educación, la familia, la sociedad, las opiniones de los demás, etc.
Cuando el comportamiento ajeno no encaja con nuestro modelo de lo que es correcto, empiezan las fricciones en nuestra caja personal de normas. Y, por supuesto, la calma se desvanece, ya que reaccionamos internamente, llegando a sentir rechazo.
La reacción todavía es más fuerte cuando el comportamiento de los demás afecta directamente a la imagen que tenemos de nosotros mismos. Entonces adoptamos actitudes defensivas o de contraataque, ya que estamos profundamente apegados a cierta imagen de nosotros mismos, que es la base de nuestra autoestima y autovaloración.
Tener creencias, en principio, no debería ser un problema, todos desarrollamos creencias acerca de la vida de una manera natural y, en la mayoría de los casos, inconsciente. La complicación se produce cuando nos apegamos a nuestras creencias, ya que entonces nuestros planteamientos se vuelven rígidos e inflexibles y, por ello, nos cuesta mucho aceptar la diversidad de personalidades, actitudes y comportamientos.
Y, por supuesto, en un estado mental reactivo y lleno de resistencias hacia los demás, ¿cómo podemos siquiera soñar en preservar la calma y el bienestar interior? Para asumir de verdad la calma interior en nuestras vidas, necesitamos fortalecer una actitud de aceptación incondicional de los demás, una actitud abierta que les permita sentirse a gusto con nosotros.
Sin embargo, ¿qué secreto hay detrás de la aceptación de los demás y de sus singularidades? Primero necesito aceptarme a mí mismo desde el corazón y en profundidad, tal y como soy, con mis puntos fuertes y mis debilidades, con mis virtudes y mis defectos, con mis aspectos brillantes y mis limitaciones. Aceptarnos a nosotros mismos y convivir en armonía con quiénes somos y lo que somos.
Este es un paso fundamental que se vuelve más fácil cuando nos abrimos a la experiencia de nuestra verdadera esencia, algo que solo podemos experimentar cuando sabemos detenernos, salir del ruido de los pensamientos superficiales y entrar en conexión con nuestras cualidades internas. Entonces la calma puede florecer de forma natural en medio de las relaciones.
Extracto del libro:
Arquitectura de la calma.
Una guía práctica para encontrar la serenidad y el equilibrio interior
Ed. LUCIÉRNAGA
Vicenç Ajujas y Guillermo Simó
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