Cuando decidimos que la calma, la serenidad, la armonía y la calidad de vida son fines esenciales para nosotros, no es exagerado decir que vamos a tener que nadar contracorriente. Es evidente que todo lo que gira a nuestro alrededor nos invita a dejarnos atraer por un sofisticado y fascinante abanico de posibilidades y, por tanto, encontrar el punto de equilibrio no parece, a priori, algo fácil. Sin embargo, progresaremos cuando nos convenzamos de la importancia de simplificar y de la necesidad de volver a experimentar un estilo de vida más sencillo.
Para preservar la calma, una de las condiciones que nuestra mente requiere es reducir la velocidad, crear espacio, desacelerar, poner un freno. Parar y preguntarnos si realmente necesitamos toda esta parafernalia. Y volver a cultivar el precioso regalo de la sencillez. Recuperar el valor de una conversación serena y tranquila, con aquellas personas con las que sintonizamos y compartimos valores e ilusiones. Saber poner los móviles en silencio, apagar los ordenadores y el televisor. Reconectar con la calma. Retornar a la esencia.
La esencia tiene que ver también con nuestros valores más profundos, con nuestro propósito y nuestra misión en la vida. Las cosas importantes para las cuales hemos venido aquí. Nuestro sentido de contribución a la vida y al mundo. Y para poder recordar todos estos aspectos, necesitamos saber parar y desconectar, abrirnos a una sensibilidad más profunda y silenciosa.
Comentarios. 4
Gracias por sostener este espacio que me ayuda a crecer.