Aun cuando estamos despiertos y conscientes del mundo que nos rodea, es como si estuviéramos dormidos e imposibilitados de ver el mundo tal cual es, imposibilitados de ver los acontecimientos bajo su verdadera luz.
La palabra “ver”, en realidad, significa “percibir”. Nuestro intelecto percibe el mundo y lo interpreta según las experiencias pasadas. Si hemos aprendido a creer que somos cuerpos y no almas, si hemos aprendido a creer que nuestras emociones son creadas por las otras personas, si hemos aprendido a creer que el mundo evoluciona de una forma positiva y progresiva, esas creencias influirán de cierta forma en nuestra percepción e interpretación de otras personas, situaciones y acontecimientos mundiales. Nuestros pensamientos, emociones y conductas responden a ello.
Cada una de esas creencias está equivocada. En esencia, estamos con los ojos cerrados frente a la verdad, por eso transitamos dormidos por la vida y ni siquiera lo sabemos. A raíz de convicciones erróneas, creamos alguna forma de sufrimiento o dolor en algún nivel íntimo, pero soportamos ese dolor creyendo que debe de ser algo normal. Solo cuando el sufrimiento se vuelve muy intenso reconocemos que algo tenemos que hacer.
Sin embargo, solo la práctica de la meditación y el análisis íntimo de las simples verdades que encontremos sanarán, en última instancia, nuestro dolor espiritual, mental y emocional. La meditación y el análisis espiritual que desarrollemos nos ayudarán a despertar y a permanecer con los ojos abiertos ante las realidades más profundas de la vida y ante las verdades eternas que ya se encuentran en nosotros.
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